

CONSAGRACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN DEL BUEN SUCESO
¡Oh dulcísima Virgen María! ¿Quién podrá contar todas las ternuras y bondades de tu Corazón de Madre? Toda nuestra vida se ha deslizado en medio de las misericordias de nuestra benignísima Madre María Inmaculada del Buen Suceso. Apenas clareó para la Audencia de Quito la luz de la existencia, cuando Tú, con maternal ternura, la arrullaste en tu bendito regazo.
¡Madre del alma! amarte es un deber; llevarte en nuestro corazón, la más grande alegría. Tu pueblo somos y hemos de serlo. Vengan las aflicciones, el cruel dolor, la dura prueba: nada, nada podrá arredrarnos, porque Tú, Madre bendita, estás con nosotros.
Tu pueblo hemos de ser. Ruja el infierno, brame de furor; desátese la tormenta; en medio de la borrasca levantemos nuestra mirada hacia Tí. Oh Hermosa estrella y consuelo del infeliz navegante por el mar proceloso de la vida.
Tu pueblo hemos de ser.
Hoy más que nunca rodeando tu trono, te aclamamos como nuestra Reina y Soberana.
Tres Avemarías.